El célebre dicho de que “vale más una imagen que mil palabras” sería perfecto para ilustrar este post con las fotografías de la fiesta. Pero dado que esas estampas no las podemos mostrar os contaremos como transcurrió el día.
M.J. & P. querían una boda sencilla y especial, al estilo de las de antes, pero adaptada a sus personalidades, dicho sea de paso: la educación personificada.
Como deseaban una ceremonia religiosa, el Monasterio de Bergondo era el escenario perfecto para la primera parte de la boda. Y hasta allí llegó la novia, con su padrino y el paje, en un momento en que el tiempo nos dio una tregua en un día que prometía lluvia en abundancia. Y a pesar de que a ellos no les preocupara en exceso que lloviese por aquello que se dice de que “novia mojada, es novia afortunada”, nos salvamos pues, aunque estábamos preparadas para ello, no llovió ni en el momento de la entrada ni en el de la salida del templo.
Los invitados, tras la tradicional lluvia de pétalos y arroz, siguieron al coche nupcial, en caravana, hasta el lugar del banquete. Una vez allí, y mientras daban cumplida cuenta del suculento aperitivo, los recién casados realizaban el oportuno reportaje fotográfico, corto de tiempo debido a que estaban ansiosos por acompañar a los convidados todo el tiempo.
A pesar del gran número de asistentes al convite todo transcurrió según lo programado: un menú perfectamente elaborado, por un lado, y una buena elección musical, que permitió que todos bailaran hasta el momento final , por otro, tal y como lo habían soñado.
Para finalizar resaltar que M.J. & P. no sólo fueron muy detallistas con sus invitados sino que también lo han sido con nuestro personal y con el equipo de proveedores , gesto que les honra pues nosotros no hacemos más que cumplir con nuestro trabajo.
Gracias, por tanto a los dos y que tengan una feliz luna de miel.