Durante mis años de organizadora de bodas me he encontrado pocas veces con una historia de amor tan especial como la de B & D. El amor que los une es tan de película que, después de 25 años en los que les realizamos varios eventos, cuando los veo me producen una envidia sana.
Cuando pusieron fecha a la celebración de sus bodas de plata poco tuvimos que hacer pues estaba claro que la ceremonia se realizaría en el lugar en donde se conocieron.
Sólo hubo que cambiar la playa por un mirador en el que se enmarcó la celebración como si hubiésemos preparado un fondo a medida. La familia más allegada y unos amigos -muy especiales- que se trasladaron, unos desde Portugal y otros desde Barcelona, sumaban medio centenar de invitados, la presencia de los cuales era fundamental para B & D.
La madre de la novia – que canta en una coral- fue la encargada de que ambos, más nerviosos que hace 25 años, iniciaran de la mano el paseíllo nupcial.
Los momentos de las lecturas, tanto por parte de algunos miembros de la familia como por la de las hijas, fueron muy emotivos. Pero lo más bonito e impresionante fue el intercambio de palabras entre B & D durante la lectura de sus votos matrimoniales para renovar su amor.
Tras la ceremonia en tan bello paraje llegó la celebración del banquete en un restaurante cercano. La alegría, la simpatía y algún que otro consejo gracioso de los invitados hicieron que la cena se fuera animando poco a poco, de modo que el baile se adelantó a los postres. En ese punto los novios se sentían como peces en el agua, pero lo que desconocían es que les faltaba una gran prueba que pasar, la máquina de la verdad.
Un cuestionario dirigido por un grupo de “expertos” se encargó de reinventar una máquina equipada con lo más friki en tecnología. Pero fue muy, muy eficaz pues gracias a ella se pudo confirmar una vez más que están hechos el uno para el otro.
Lo que pasó a partir de ahí nos lo contarán cuando regresen de esa idílica luna de miel que tan ansiosamente deseaban realizar.
¡Enhorabuena B & D!