Este es el dicho que se utiliza cuando despiertas la mañana de tu boda con un día de lluvia y todos responden a tu drama con esa frase. Si si, muy afortunada piensas, pero realmente lo que sientes es que es un fastidio, ya que se moja tu vestido, las fotos deslucen y los invitados están incómodos. Pero no. Siempre hay que pensar en positivo (y tener un paraguas en la recamara por si las moscas). No tiene porqué deslucir tu boda por culpa de la lluvia, y en vez de preocuparte hay que tomárselo con sentido del humor.
Dicen que la mayor pesadilla de toda novia es levantarse el día de su boda y al asomarse a la ventana darse cuenta de que está lloviendo. La mismísima Princesa de Asturias tuvo que vérselas con un día de lluvia para celebrar su boda, y eso no restó un ápice de felicidad a su enlace.
Días antes hay que ir controlando la previsión meteorológica, llevar huevos a las monjitas Clarisas para pedirle a Santa Clara un día soleado. Por si la superstición no funciona, no olvides de hacerte con unos cuantos aliados ‘anti-lluvia’. El más importante: ¡el positivismo! Es el día más feliz de tu vida y la lluvia no es más que un contratiempo sin importancia al que es fácil sacar partido.
Piénsalo bien: la lluvia puede ser cien por cien romántica, íntima y evocadora. Además, los paisajes lluviosos le darán una oportunidad al fotógrafo de jugar con los efectos de luces suaves, y crear originales e irrepetibles imágenes de vuestro día, por lo que las fotos salen espectaculares!
Por último, si la recepción la hacéis un jardín, asegúrate de que la carpa es lo bastante amplia como para dar cabida a todos vuestros invitados sin estar apretados y igualmente que el espacio interior esté acondicionado y preparado por si en cualquier caso los invitados prefieren entrar al interior.
Y recuérdate durante todo el día: ¡‘NOVIA MOJADA, NOVIA AFORTUNADA”!