Hagamos un viaje hacia siglos pasados, entoncés, las novias de las antigua Grecia y Roma solían utilizar “el velo” en sus ceremonias nupciales, elemento que simbolizaba pureza e inocencia. Asimismo, se decía que este accesorio se empleaba para cubrirse y protegerse de un posible mal de ojo ocasionado por una rival o de las solteras envidiosas que habían acudido como invitadas a presenciar la boda.
Hoy en día el velo ha llegado a formar parte del atuendo de la novia, muy especialmente si se trata de una ceremonia religiosa, pues en su blancura y transparencia está el símbolo de la inocencia.
Después de este resumen histórico ,el velo es una de las opciones más clásicas y tradicionales que personalmente me fascina.
Se coloca, generalmente, sujeto en la parte alta de la cabeza, donde es rematado con una tiara, corona, una semidiadema de flores naturales, strass u otro tipo de material entre cristales, perlas, pedrería, etc.
El velo también puede colocarse en la parte inferior de la cabeza sobre un moño bajo y sujetarlo con algún tipo de broche de estilo antiguo o con una peineta.
Seguro que os preguntáis ¿Cuál es la tela ideal para el velo?
Definitivamente, la mejor solución es el tul, material ideal para los velos porque posee la caída perfecta y no otorga un volumen exagerado. Además, tiene una transparencia inigualable y permite ser adaptado a cualquier estilo de vestido
El velo es un símbolo significativo de la ceremonia religiosa. Algunas novias se acercan al altar cubiertas por él, dando una sensación de misterio y romanticismo. En este caso, el velo estará enganchado en el cabello de la novia con una peineta por lo que se recomienda que no sea muy pesado. Además, se recuerda retirarlo del rostro una vez que el sacerdote haya declarado a la pareja marido y mujer.