El camino de F & A, comenzó un día después que decidieron casarse y se pusieron en contacto conmigo a finales del año pasado. Durante estos meses de preparativos lo más resaltable de esta entrañable pareja es que surgió entre nosotros un filin especial, lo cual facilitó cada uno de los pasos que íbamos dando, y así pasito a pasito llegamos al día de la boda.
Llegué a Suite Real del Hostal y me encontré con una novia tranquila, con su sonrisa característica, mientras las estilistas resaltaban su belleza natural. En la suite había dos joyas de vestidos que esperaban su turno: el de novia y el del baile.
Mientras ella charlaba relajadamente con los profesionales que allí estábamos, en otra estancia el novio comenzaba a vestirse para bajar e ir recibiendo a los invitados. Estaba especialmente guapo e impecable.
Llego la hora y F. muy elegante y femenina con su ramo de novia –replica del que llevó su madre cuando se casó- bajó las escaleras que la conducían al patio donde se celebraba la ceremonia. Tras el paseíllo nupcial sobre la alfombra roja, la pareja se encontró para unirse en matrimonio.
La tradicional lluvia de pétalos se realizó a las puertas del Hostal, mientras los turistas que estaban en ese momento por la Plaza del Obradoiro preguntaban ¿Qué princesa se casa? .Y efectivamente, no se equivocaban porque todo lo era de cuento.
Después del coctel y banquete servido exquisitamente, F & A dejaron asombrados y especialmente emocionados a sus invitados en el patio de San Marcos donde realizaron el baile nupcial que tuvo una particularidad que lo hizo majestuoso: mientras sonaba la pieza musical elegida tocada al piano una lluvia de pétalos sutilmente lanzada desde los balcones los acompañaban al compás de cada nota.
Los aplausos los siguieron hasta donde continuó la fiesta. El grandioso salón con sus balcones abiertos con vistas a la Catedral con una luna perlada que la cortejaba, cautivó más si cabe a todos mientras se servía un lunch de medianoche y las sorpresas cuidadosamente preparadas continuaban.
El broche final lo pusieron las afectuosas despedidas que resumían lo que había sido el día: Una boda perfecta.